A veces nos bajamos del tren del amor, a veces del olvido y ...más allá...donde las vias estan muertas, alli es donde vamos todos... bajándonos de ese tren y sabiendo a ciencia cierta que ese tren, ha llegado a su destino.
LA COMPARTO Y... nos veremos en algún tren.
EL T R E N
ROBERTO R. BRAVO
―Este tren es peculiar. Las estaciones se llaman ayer, hoy, mañana… Sabemos que vamos a llegar, pero nadie conoce su destino. En casi todas las estaciones baja o sube alguien. Los que entran son siempre desconocidos, y algunos de los que salen son, a veces, quienes menos se espera. A menudo, ellos mismos no saben que se bajarán hasta que llega la estación que es la suya.
―¿Y cómo saben que es la suya?
―No lo saben, salvo pocas excepciones, hasta que llegan. Entonces, muchas veces sin quererlo, se bajan.
―¿Los obligan?
―Nadie ve que los obliguen. Pero se bajan. Es así. Quizá lo saben internamente. Es posible que se enteren en el último momento. La mayoría bajan resignados, otros satisfechos. Y algunos pocos porque deciden bajar. A estos últimos, a menudo, se les ve decepcionados.
―¿De qué?
―Del tren. No parece haberles gustado. En general, como usted ve, no hay mucho que pueda gustarle o disgustarle a uno, especialmente, salvo quizás los paisajes que se ven por las ventanas, la compañía que encuentren ―durante el tiempo que dure el viaje, por supuesto― y, claro está, el vagón. Hay quienes se conforman con el primer asiento que encuentran, y quienes prueban todos los que pueden, hasta encontrar uno que les gusta. A veces no están muy seguros de que el asiento en el que finalmente se quedan sea el que más les haya gustado, ni siquiera el vagón. Pero al final se quedan en alguno, quizás porque no encuentran otra cosa que hacer, o por cansancio. Los hay también quienes se pasan todo el viaje entre un vagón y otro, buscando algún asiento que les satisfaga.
―¿Y siempre encuentran asiento?
―Oh, no siempre. Hay vagones repletos de gente, y otros casi vacíos. Algunos viajeros finalmente se quedan de pie en un vagón donde no encuentran asiento, cuando podrían ir sentados en el vagón contiguo.
―¿Pero saben que hay asientos disponibles en otros vagones?
―A veces lo saben, a veces no. A veces se encuentran con otro pasajero que se lo indica, quizás porque viene de allí o porque se lo dijo algún otro. Eso motiva a algunos a cambiarse, pero a otros no.
―¿Porque no los creen?
―A veces por eso, y otras porque piensan que no vale la pena buscar más. ¿Sabe? Yo llevo bastante tiempo en el tren, y me he encontrado con toda clase de gente. Hay algunos que hasta tienen miedo de explorar a su alrededor, y se pasan todo su viaje en un solo vagón, apocados, sin intentar siquiera ver los otros. También hay quienes viajan de pie en vagones prácticamente vacíos, o se sientan en el suelo, a veces en grupos, a veces solos. Y hay quienes transcurren su viaje sin hacer nada, sólo mirando el paisaje. Le darán mil razones diversas por las que hacen esas cosas.
―¿Usted ha pasado por los otros vagones?
―Por muchos de ellos, sí, pero no por todos. Es casi imposible. No conozco nadie que haya recorrido todos los vagones del tren. Su número es muy grande. Algunos dicen que infinito.
―¿Infinito?
―Seguramente no es cierto. Pero como nuestro viaje es limitado, cualquier cosa que supere nuestros límites en una magnitud que no podemos medir nos parece infinita. Claro que también podría ser realmente infinito, aunque en realidad no puedo imaginármelo… O quizás tengan un procedimiento para añadirle o cambiarle vagones en marcha. A veces llego a un vagón por el que me parece que no he pasado antes, y eso que he recorrido bastantes, créame… Pero podría ser también que me falle la memoria.
―¿Cuánto tiempo lleva usted en el tren?
―Mucho tiempo ya. He visto subir y bajar a muchos pasajeros.
―Quizás pueda responderme esto, entonces: ¿sabe usted adónde va el tren? No he encontrado nadie que me diera una respuesta aceptable a esta pregunta. He oído respuestas contradictorias, o increíbles.
―Me parece que es porque nadie lo sabe. He llegado a pensar que, en realidad, no importa. De hecho, el tren deja a distintas personas en distintos lugares. Para quien baje en la próxima parada, por ejemplo, ¿qué importancia tiene que el tren siga o no su camino?
―¿Y quién decide quién se baja dónde? Si, al parecer, nadie sabe su destino…
―Ah, ése es otro enigma. Hay quienes dicen que es el azar. Otros creen que hay un maquinista que les comunica su decisión, quién sabe cómo, o que secretamente dispone su bajada del tren sin que ellos lo sepan, como ya le dije, hasta el último minuto.
―¿Pero entonces llegan a saberlo, realmente?
―¿Cómo quiere que se lo diga? Yo no me he bajado todavía… Aunque sé que en alguna estación tendré que hacerlo.
―¿Está seguro? Puede que lleguemos al final.
―¿Cuál es el final? Recuerde que el tren podría ser infinito, y puede que el viaje también. O circular, que es otra forma de infinitud.
―En ese caso, las estaciones se repetirían. ¿No ha visto repetirse ninguna?…
―Así como el tren es muy largo, puede que el recorrido lo sea también. La verdad es que no he visto repetirse ninguna estación…, aunque todas se parecen. Pero su nombre es distinto.
―¿Y si les cambian los nombres?
―Mire, podría ser. Para lo poco que sabemos, cualquier cosa es posible… Nunca había pensado en esa posibilidad. Pero, ¿qué objeto tendría?
―Ni idea. A lo mejor engañarnos con la apariencia de un viaje infinito que en realidad no lo es. Hasta puede que todas las estaciones sean la misma, y que al final todos lleguemos al mismo destino.
―…Como puede ser que no. Todo lo que rodea al tren es un misterio… Veo que le interesan estas cosas. En el largo tiempo que llevo aquí, he encontrado pocas personas interesadas en discurrir sobre estos temas.
―A mí, en cambio, me parece que es una preocupación común. Lo que pasa es que la gente no habla mucho de ello. Lo piensan a ratos, y después se dedican a otros asuntos.
―Es cierto. Por lo general, están más ocupados en mirar el interior de su equipaje.
―Es que no saben lo que llevan. Yo he mirado el mío, y casi todo lo que tengo es curiosidad. ¿Qué tiene usted, si me permite preguntárselo?
―Oh, no me molesta. Al principio encontré muchas cosas en mi equipaje, como casi todo el mundo. Lo sé por los pocos viajeros que me han permitido echar un vistazo al suyo (ya sabe que la gente es recelosa con su equipaje): curiosidad ―como usted―, proyectos, ilusiones, intereses, gustos y disgustos, que varían mucho de un viajero a otro… y también miedos, dudas…, en dosis muy diversas… Mucho después descubren que llevan otras cosas, igualmente buenas y malas: alegrías, tristezas…, éstas en cantidades parecidas. Y, a veces, éxitos. Muchos fracasos. Decepciones, ánimos, abatimiento, tenacidad… Deseo ―algunos dicen necesidad, otros, menos, capacidad― de amar, y de ser amados. Algunos nombran algo llamado felicidad. El problema es que cada viajero aplica esos nombres a cosas muy distintas, y gran parte del viaje lo pasan tratando de ponerse de acuerdo. En el proceso intercambian cosas. Y si llegan a coincidir en más de una, a veces hacen algo juntos: comparten proyectos, ilusiones…, por el tiempo que dure, por supuesto. En mi caso, he tenido mucho tiempo para revisar el contenido de mi equipaje ―ya sabe que el tamaño a veces oculta la importancia―, y creo que lo he visto casi todo, aunque quizás todavía me aguarde alguna sorpresa en algún bolsillo escondido o un compartimiento interior. Como sea, a lo largo del viaje me he ido deshaciendo de cosas que sólo añaden peso. Puedo asegurarle que, en este momento, una de las cosas que más valoro es la conversación.
―Yo, en cambio, como le digo… Curiosidad es casi lo único que tengo.
―Eso es porque todavía lleva poco tiempo en el tren. Ya verá que tiene en su equipaje muchas más cosas de las que cree. Aunque opino que ha encontrado algo importante.
―Bueno, algunas otras cosas hay, sí… Pero, de momento, mi curiosidad es inagotable.
―Quizás lo sea, o puede que simplemente le dure todo el viaje. ¡Quién sabe!
―Por cierto, eso que acaba de decir de los viajeros que emprenden proyectos, juntos o por separado, me parece una locura. Cualquiera que se plantee un proyecto razonable debe empezar por inventariar los recursos de que dispone. Y si no cuenta con el tiempo suficiente parece una tontería iniciarlo.
―Sin embargo, aquí es lo único que se puede hacer. No sé si tenga sentido guardar las cosas que nos gustaría hacer para cuando abandonemos el tren. Para empezar, no sabemos si volveremos a encontrarnos en una misma estación, como sugería usted hace rato. Ni siquiera si las cosas seguirán siendo iguales después del viaje. No sabemos si podemos fiarnos del paisaje que vemos pasar por la ventana. Ya sabe que algunas cosas no son lo que parecen. El exterior es inaccesible. Nadie que ha salido del tren ha regresado. No que sepamos.
―¿Le parece que tiene sentido que actuemos como si el viaje fuera a durar para siempre?
―¿No es lo que hacen todos los pasajeros? Su viaje es lo único que tienen. Ninguna certeza, ninguna garantía. Muchos empiezan a hacer cosas que no llegan a terminar, involucrando a veces a otros viajeros, y cuando se van dejan miles de compromisos pendientes, promesas incumplidas… A veces otros las completan, a veces no. Su partida inesperada suele ser causa del dolor de otros, de ilusiones rotas, de viajes que ya no parecen tener sentido para los que se quedan en el tren. No es su culpa, claro… Otros, en cambio, tienen tiempo de hacer muchas cosas pero, por una u otra razón, no las hacen. Y hay quienes llegan a culminar proyectos ambiciosos, como si hubieran adivinado el tiempo de que disponían…, o quizás simplemente tuvieron suerte.
―¿Suerte…? Supongo que sí, aunque no sé si les serviría de algo. He visto bajar a muchos pasajeros, y ninguno se lleva nada salvo su equipaje. A menudo aún menos, porque mucho de su contenido lo han vaciado en el tren. Quizás se lleven lo intercambiado con otros, el recuerdo de su experiencia… Pero seguro que sus realizaciones, culminadas o no…, se quedan en el tren. Puede que esas cosas les sirvan, a veces, a los que se quedan…, y puede que incluso a los que vienen después. Pero sólo a veces… Me decía, antes, que algunos viajeros saben cuándo terminará su viaje. Eso debería darles una idea de lo que pueden o no intentar hacer.
―Nunca es seguro. Le repito que tengo ya bastante tiempo en el tren. Sin embargo, le aseguro que he visto a otros pasajeros durar mucho menos que yo. Hay quienes bajan repentinamente, cuando menos se espera. Otras veces, incluso cuando algo parece predecir que su viaje será breve…, a veces un pasajero se levanta y se acerca a la puerta al aproximarse a una estación, y luego no se baja. A veces vuelve a su asiento, o a otro, donde se queda durante muchas estaciones. En cambio, hay pasajeros que suben al tren en una estación y bajan en la siguiente.
―Debe haber una razón para esas cosas.
―No le digo que no. Pero nadie está seguro. Hay quienes piensan que hay una lotería desconocida que reparte los viajes cortos y largos. Otros insisten en que hay un maquinista que secretamente decide. Aunque hay quienes aseguran su existencia, no he conocido a nadie que lo haya visto. En cualquier caso, la peculiaridad de este tren es que nadie está seguro de adónde va y ni aun si va a alguna parte. Para los que niegan la existencia del maquinista, las entradas y salidas de los pasajeros al llegar a una estación son simple cuestión de azar, o de un orden no descifrado. Unos y otros alegan diversas razones, y parece que cualquier cosa podrá siempre ser interpretada según lo que cada quien saque de su equipaje… Lo que usted decida hacer ―o no hacer―, respecto a cómo ocupar el tiempo que le quede, de usted depende.
El tren llegó a una estación, marcada sólo por un adverbio de tiempo, y se abrieron las puertas.
4 comentarios:
este relato ya lo había leído, Roberto me lo envió, es un gran escritor, me gusta su estilo y te hace pensar.
Un abrazo y feliz año.
Sin duda un bello símil de la vida con el tren que va pasando y en cada estación nos espera con una sorpresa diferente. A veces buena y otra menos. Gracias por compartirlo.
Mis deseos de paz y felicidad para ti querida Alicia y brindo para que en el Nuevo Año puedas hacer realidad todos esos deseos y proyectos que tienes en mente sea cua sea el rubo que tome tu tren.
Un beso y feliz 2011
30 de diciembre de 2010 08:55
Gracias, Alicia (?) por este reconocimiento tan inmerecido y tus generosas palabras. Me encanta la foto.
Un abrazo, con mis mejores deseos.
Si. Me parece que la vida se parece a un tren.
Muchos son los que ya bajaron de ese tren.
Me gustaría saber en qué momento se acabará mi viaje...
Pero no tengo la menor idea.
Buen post!
Para reflexionar!
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